Para unos fue un «rojo» que debía acabar en la hoguera y para otros fue sólo el marido de Marilyn Monroe. Simplificaciones aparte, la biografía de Arthur Miller (Nueva York, 1915 – Roxbury, Connecticut, 2005) es una de las más fecundas que ha dado la escena estadounidense. El autor de La muerte de un viajante, que no concebía el teatro si no tenía el propósito de cambiar el mundo, recorrió el mundo con sus dramas a cuestas y decía que la memoria embellece de manera inevitable, obligando a la realidad a remitir. Quizá por ello quiso dejar su historia por escrito en Vueltas al tiempo (Editorial Tusquets), un relato que es también la historia del siglo XX en los Estados Unidos. Viajero incansable, nos adentramos de su mano, y con sus propias palabras, en 10 de los escenarios de Estados Unidos que fueron testigo de su biografía.

1. NUEVA YORK

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Nueva York. Estatua de la Libertad.

En “la ciudad más excitante del mundo”, nació y creció Arthur Miller educado entre judíos. Descubrió que en las casas de sus amigos de la calle 110 no había libros y aquí fue donde vio su primera obra de teatro. Amaba la ciudad y le intrigaban de un modo febril todos los aspectos de la vida urbana.

«Mis recuerdos más abiertamente judíos están vinculados a mi archibarbudo bisabuelo Barnett, quien me sentaba en sus rodillas en la sinagoga de la Calle 114 (…) En los muebles con estantería de las casas sólo había chucherías, señoras de porcelana, figuritas de caballos, el Pequeño Holandés, un cubo colgando sobre un pozo, a veces un busto de Lincoln (…) En Lenox Avenue, cerca del cruce con la 115, se hallaba el Shubert Theatre. Allí fue donde vi la primera obra de teatro, a los ocho años de edad, mi madre y yo solos. Había personas de carne y hueso que hablaban entre sí dentro de un gran barco cuya cubierta se balanceaba de verdad (…) Yo no hacía más que pasear en busca de mi destino en la ciudad y en mi propio interior. Tardé poco en darme cuenta de que los muelles de la ciudad eran el Oeste Salvaje. Ahora, al mirar atrás, comprendo que de allí surgió un guion de cine (que nunca se rodó), una obra de teatro (“Panorama desde el puente”) y un viaje a Hollywood, donde conocería a una actriz joven y desconocida, Marilyn Monroe, y chocaría con la maquinaria que hacía efectivas las listas negras políticas y la instrucción ideológica de guionistas, actores y directores».

2. MICHIGAN

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En su universidad, Arthur Miller cursó estudios de Periodismo y conoció a la que sería su primera esposa, Mary Slattery, la hija católica de un vendedor de seguros. Aquí recibió el primero de los premios de su vida, el Avery Hopwood. Muchos fines de semana acudía al penal Jackson a visitar a un amigo psicólogo que era el encargado de evitar que 8.000 reclusos se volvieran locos.

«En aquellos años de la Depresión no hacía falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que casi todos los delitos eran económicos y que se robaba para comer (…) Yo andaba detrás de un premio Hopwood, que en Michigan era el equivalente estudiantil del Nobel. Pero tenía dos empleos y todo un horario académico, y entre que lavaba platos tres veces al día y daba de comer a tres pisos llenos de ratones de un laboratorio de genética, al llegar la noche me metía en la cama totalmente agotado».

3. LONG ISLAND

Dos años después de salir de Michigan, Miller ya había escrito seis obras de teatro, todas rechazadas por los empresarios de Broadway. “Todos eran mis hijos” iba a ser su última tentativa dramática, porque, según él,  «la vida era demasiado interesante para desperdiciarla rondando la puerta de los empresarios». Finalizó el texto en la mesa de la cocina de una cabaña alquilada cerca de Port Jefferson (Long Island), donde la familia pasaba los veranos.

«La primera representación de “Todos eran mis hijos” se celebró en New Haven.  Y un par de meses después de su estreno en Broadway, acepté un trabajo en la fábrica de Long Island City para reforzar mi continuidad con el pasado. Trabajaba casi toda la semana ante un mostrador circular junto a seis u ocho compañeros de ambos sexos, tan silenciosos como presos que cumpliesen condena, montando las tablillas de separación de las cajas de cerveza. La obra me daba unos 2.000 dólares semanales y en la fábrica cobraba el salario mínimo, 40 centavos la hora. Al cabo de unos días, la irrealidad de la fuga de y hacia mí mismo me agotó las energías y me despedí».

4. BOSTON

Esta ciudad, en cuyo Colonial Theater se representaba «Todos eran mis hijos», fue el germen de «Muerte de un viajante». Aquí se encontró con un viejo amigo, de nombre Manny, que le inspiró, con su conducta, el argumento de la que sería una de las obras más importantes de la  escena del siglo XX.

«En su ridícula presencia se concentraba la vida toda. En realidad, Manny no era más que un pequeño viajante fanfarrón y a menudo vulgar. Aún yo no tenía entonces la más remota intención de escribir sobre ningún viajante de comercio, ya que estaba totalmente absorto en el estreno de mi última obra».

5. FILADELFIA

En el teatro de la calle Locust de Filadelfia se representó por primera vez “Muerte de un viajante”.

«Como sucedería en ocasiones mientras estuvo en cartel, no hubo aplausos cuando cayó el telón al final de la primera representación. Cosas extrañas comenzaron a ocurrir entre el público. Al caer el telón, unos se levantaron, se pusieron el abrigo y volvieron a sentarse; otros, hombres principalmente, se habían inclinado con la cara entre las manos y los restantes lloraban a la vista de todos. Pareció transcurrir una eternidad antes de que a ninguno se le ocurriese aplaudir, pero cuando estallaron los aplausos, fueron interminables».

6. HOLLYWOOD (LOS ÁNGELES)

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Hollywood le evocaba siempre una mezcla de aromas contrapuestos. Quizá porque entraba en un mundo de ricos y famosos que no pudo por menos de impresionarle.

«El lugar era de una excelencia que deprimía.  Es posible que Hollywood no sea más que un grabado de Escher al natural, sólo con exteriores, puesto que todos se tenían por extemporáneos que estaban de paso siempre, igual que los políticos en Washington (…) Cuando conocí a Marilyn era un torbellino de luz, toda ella paradoja y misterio tentador, vulgarota unas veces y otras elevada por una sensibilidad lírica y poética que pocos conservan después de la adolescencia. Había veces en que todos los hombres le parecían niños, criaturas con necesidades primarias que a ella por naturaleza le correspondía satisfacer; mientras tanto, su yo adulto se mantenía al margen y observaba el juego. Era la chica de oro, la diosa de la sexualidad eternamente joven, por encima del dolor y de la angustia, una criatura míticamente privada de la normal mortalidad y por tanto del calor humano auténtico».

7. SALEM (MASSACHUSETTS)

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Miller hizo un viaje de investigación a Salem para consultar las actas originales de los procesos por brujería desarrollados en 1692, pero un día antes al previsto para partir le llamó su amigo Elia Kazan para concertar una cita sin dilación. El autor de «Panorama desde el puente» enseguida sospechó que la urgencia tendría que tener relación con el Comité de Actvidades Antiamericanas.

«Salem era por entonces una ciudad medio abandonada. Fue al principio la piedra de sal de la colonia madre de Plymouth. Me gustó su aire taciturno y secreto. Fui al palacio de justicia, pregunté al funcionario por los anales de la ciudad de 1692. La sala estaba en silencio y busqué la luz grisácea que entraba por un ventanal alto que daba a las aguas, las mismas aguas enconadas y argentinas que tenían que haber contemplado los condenados desde la horca de Witch Hill (Cerro de la Bruja), cuyo enclave ya no sabía nadie con seguridad. En aquellos días, la ciudad no tenía demasiadas ganas de hablar de las brujas, nadie se sentía demasiado orgulloso de ellas y, sólo tras “Las brujas de Salem”, comenzó a explotarse el tema como un truco turístico, “la ruta de las brujas”, una serie de calles con rótulos que indicaban dónde se había detenido o interrogado o condenado a la horca a fulana y mengana.  “Las brujas de Salem”, con el paso del tiempo, sería con mucho mi obra más representada».

8. RENO

En esta ciudad del Estado de Nevada, donde Marilyn Monroe rodaba «Vidas rebeldes», conoció a la fotógrafa de la Agencia Magnum Inge Morath, que había acudido a la ciudad con Henri Cartier-Bresson.

«Entré en el bar del Mapes y vi a Huston sentado a una mesa, bromeando a costa de sí mismo con una fotógrafa, una joven delgada, de aire noble, cabello cortado al estilo paje y acento europeo, que parecía tímida y enérgica a la vez. Me fijé en su corte de pelo, en sus ojos transparentes de tan azules, en la sensibilidad conflictiva que irradiaba. Que Inge y yo llevemos 25 años casados cuando escribo esto es algo que jamás habría imaginado entonces. Trabajaba entonces para «Life» y «Paris-Match».

9. WASHINGTON D.C.

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El juicio que le interpuso el Comité de Actividades Antiamericanas, durante la época del senador McCarthy, se celebró en Washington.

«Mis recuerdos son siempre dispersos, como los que se suceden después de la violencia. Recuerdo la bandera plegada detrás del tribunal. Recuerdo el montón de papeles que había en una mesa y del que Richard Arens, el interrogador, cogía una hoja, y luego otra, y otra más, para leer las peticiones que yo había firmado hacía muchísimos años -protestas, súplicas para liberar a algún detenido, apelaciones a las relaciones amistosas con Rusia. Sí, naturalmente, lo había firmado todo. El juez McLaughlin me condenó a una multa de 500 dólares y a un mes de cárcel, aunque suspendió la pena carcelaria».

10. ROXBURY (CONNECTICUT)

Más de la mitad de su vida la pasó Arthur Miller en la Connecticut rural, rodeado de bosques tupidos, salpicados por casas de labor y osos. Primero habitó una casa vieja, pero después Marilyn Monroe encargó al arquitecto Frank lloyd Wright el diseño de una nueva residencia, muy cercana a la anterior.

«Fue un impulso principesco de Marilyn, una casa exclusiva que en cierto modo me regalaba. Al igual que ella, Wright, a punto de cumplir los 90, se preocupaba poco por los precios. Su proyecto, toda una acuarela impresionante en realidad, no me cogió del todo por sorpresa: una sala de estar redonda con un centro en desnivel rodeado de columnas ovales de piedra caliza de metro y medio de grosor, y un techo en forma de cúpula, de un diámetro no inferior a los 18 metros… Cuando le pregunté cuánto costaría la casa, dijo que más o menos 250.000 dólares, cantidad que supuse daría para financiar la piscina, en el mejor de los casos».

En Roxbury, en aquella casa tan soñada y tan vivida, Arthur Miller falleció el 10 de febrero de 2005

Escrito por Pilar Ortega

Nací en Madrid un 8 de marzo y prácticamente desde entonces tengo un libro entre las manos. Me licencié en Periodismo y mi trayectoria profesional se ha desarrollado fundamentalmente en las secciones de Cultura de “El Mundo”, “La Razón” y “Ya”. Soy autora de varias guías publicadas por la editorial Anaya Touring que me llevaron a sumergirme en países tan interesantes como Ecuador, Bolivia o Costa Rica. Colaboro como “freelance" con diversas publicaciones: MUJERHOY, AIRCREWLIFESTYLE, HOLA VIAJES, SMQ, ETHERIA MAGAZINE, TOP VIAJES, LECTURAS SUMERGIDAS, ACTUAL GASTRO... También he puesto en marcha un proyecto editorial que enlaza los viajes con la literatura.

2 Comentarios

  1. Maravilloso articulo de Pilar Ortega. Didáctico , interesante y bien escrito!!!

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    1. Muchísimas gracias Manena. Siempre eres muy generosa. Un beso grande

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