No es un libro que se encuentre fácilmente en las estanterías de novedades, pero es un clásico al que hay que regresar alguna vez, porque, además de su valor como documento, en él el viaje se concibe como un ejercicio de descubrimiento y de rebeldía. En este caso, a dúo. Porque Erika y Klaus Mann, los hijos (casi gemelos) de Thomas Mann, decidieron en el otoño de 1927 dar la vuelta al mundo durante más de nueve meses. En ese tiempo recorrieron Estados Unidos y visitaron Hawai, Japón, Corea y la Unión Soviética, se encontraron con personajes públicos de la talla de Greta Garbo, Ernst Lubitsch, Pola Negri o Emil Jannings, además de descubrir muchas cosas desconocidas para ellos. Por eso, a su vuelta, ambos hermanos escribieron este libro necesario que tiene una gran dosis de humor y está plagado de anécdotas vinculadas a sus experiencias.
Nada más poner pies en Nueva York, Erika y Klaus Mann fueron conscientes de que cualquier extranjero que deseara ser bien considerado debía tener una afición llamativa. Por ello, Erika (Múnich, 1905) y Klaus (Múnich, 1906) decidieron pasarse por gemelos durante todo su periplo, “por su toque conmovedor”.
En Broadway descubrieron, al alzar la vista hacia esas perspectivas vertiginosas e inéditas, “un nuevo gótico y riguroso”, por lo que se empaparon bien de todos los rincones de la ciudad. Fueron al barrio negro y al italiano, al teatro chino, al Metropolitan, a la Quinta Avenida, subieron al edificio Woolworth, al puerto, al Carnegie Hall y al edificio del “Times” para observar cómo se fabricaba “alimento espiritual” para millones de personas en medio de un ensordecedor estrépito de máquinas. Eran, hay que decirlo, otros tiempos. “Nueva York es una de las ciudades más hermosas (por su valor estético; al margen, pues, del mal funcionamiento de la justicia, el problema de los negros, la prensa sensacionalista y la ley seca)”, se puede leer en el libro.
Y es que los hermanos Mann no entendían el desprecio que la sociedad estadounidense ejercía sobre los negros: “El futuro pertenece a las razas mixtas. La humanidad del próximo siglo se reirá al pensar que hubo un tiempo en que los blancos ponían a los negros por debajo de ellos. Se está gestando un tiempo en que las diferencias raciales serán tan poco válidas como las de clase”.
La segunda parada del viaje fue Chicago y, como ahora, el concepto de viaje provocaba en los hermanos Mann una fascinación profunda: perderse, partir, ir lejos…, aunque ya intuían que estaba cerca el momento en que quedaría abolido el concepto de “distancia”. Y después Los Ángeles, “de una fealdad repulsiva e inconcebible”.
Y más tarde, Boston…
El caso es que los Mann disfrutaron mucho del periplo estadounidense. Klaus ya había escrito su relato “Novela de niños”, publicado por la editorial Boni Liveright, y mientras recorrían Estados Unidos impartían, de vez en cuando, charlas en universidades y centros culturales, además de frecuentar los ambientes más bohemios y no hacer ascos a la alta sociedad.
Durante los 10 meses que duró este viaje con destino final en su Alemania natal, los hermanos casi gemelos sufrieron muchas incidencias y apuros económicos. Todo ello queda reflejado con humor, ingenuidad y juventud en esta obra imprescindible para quien quiera retroceder en el tiempo y pasear por el Nueva York, el Japón y la Rusia de otro tiempo.