Decía Robert Louis Stevenson que había oído hablar de unos hombres extraños a quienes no les interesaban los mapas, pero que él no creía en su existencia. Sin duda, el magnetismo y el poder evocador que tienen los mapas es evidente. Con ellos, y con la fantasía, hemos accedido a la soledad de islas remotas, a regiones desconocidas, hemos buscado tesoros y hemos investigado los territorios de príncipes y reyes.
La exposición de la Biblioteca Nacional “Cartografías de lo desconocido” nos sumerge en ese territorio maravilloso y fascinante de los mapas, los manuscritos, los incunables, los grabados, los atlas, las cartas náuticas… Hay más de 200 piezas entre las que descubrimos mapamundi medievales, cartas de los descubrimientos, mapas que recogen lugares inexistentes y otros que reflejan fenómenos invisibles.
DE PTOLOMEO A JUAN DE LA COSA

En este mapa, América aparece unida a Asia.
¿El mundo es un pañuelo? ¿O un mapa? Ambos elementos son evocadores, flexibles y portátiles y nos permiten acercarnos a la esencia de un territorio tan fascinante como es el de la cartografía. A lo largo de la Historia, el mundo ha adoptado muy diferentes formas debido, sobre todo, a la capacidad de proyectar una superficie esférica sobre un plano. Por esta razón, nuestro planeta ha sido dibujado sucesivamente en forma de corazón, manzana o, incluso, ha adoptado la forma de animales o figuras humanas.
Sandra Sáenz-López Pérez, una de las comisarias de la exposición, destaca, entre las joyas que se pueden contemplar, el ejemplar manuscrito de la “Geografía” de Ptolomeo, del siglo XV, un calco de la “Carta de Juan de la Cosa”, en la que se observa una parte del Caribe, una pieza del cartógrafo portugués Alonso Pérez referida al Océano Atlántico o el mapamundi del Beato de Fernando I y Sancha, en el que una cuarta parte del mundo se describe como desconocida.
PARA ORIENTARSE Y PARA PERDERSE

Mapa de los Países Bajos, con forma de león.
“Los mapas son obras de arte e instrumentos científicos. Tienen algo de pintura, algo de fotografía y algo de geometría. Sirven para orientarse y a menudo para perderse”. Es una excelente definición para un mapa, porque, ¿quién no se ha perdido alguna vez con un plano en la mano, aunque sólo sea por colocarlo en una posición incorrecta?
La exposición dedica una sección a los habitantes del globo, las relaciones entre geografía, historia natural y etnografía. Y otra, a lo que callan los mapas, pues en ellos se enfatizan algunas cosas y se silencian o esconden otras. Incluso, el lenguaje de la cartografía se ha colado en otros ámbitos y ya se habla de la geografía de las emociones, de la cartografía de las tendencias electorales o del mapa de los conocimientos, por citar algún ejemplo.
UN TRUCO DE MAGIA

El estrecho de Magallanes, según Antonio de Córdoba y Lasso (1786).
Pero el propósito de “Cartografías de lo desconocido” es poner en valor los fondos cartográficos de nuestro patrimonio y hacerlo junto con otras obras que, en sentido estricto, no serían catalogadas como mapas: manuscritos iluminados, libros de viaje, tratados astronómicos, fotografías, pinturas, instrumentos científicos, etc.
Juan Pimentel, también comisario de la exposición, asegura que “en los mapas hay todo tipo de ilusiones, por ejemplo la de que el mundo cabe en la palma de una mano. Es ilusionismo puro, un truco de magia”. Y añade que los usos de los mapas han sido muy variados a lo largo de la Historia: “Algunos desvelan secretos y otros tratan de esconderlos, confundiendo a los enemigos”. ¿Por cuestiones de estrategia? “Claro”, dice. “Los mapas son artefactos cargados de poder, no son absolutamente neutros y objetivos, todos tienen una intencionalidad”.